sábado, 2 de julio de 2011

Inolvidable. Inolvidable de verdad.

Salgo de casa nervioso... y es que no es un lunes cualquiera. Aquel lunes debiera convertirse en mi primer día de universidad. Llego 20 minutos antes de la hora. Me encuentro con Albert nada más llegar. Nos plantamos delante del aula IE, en la que supuestamente teníamos clase asignada, y esperamos. El tiempo pasa y no se vislumbra ningún tipo de movimiento por esa zona. Empiezo a pensar que nos hemos equivocado. De pronto, un chaval con barba y una sonriente chinita se ponen a esperar con nosotros. Eso me tranquiliza. Hay clases. Seguro. No nos hemos equivocado. Ahora pienso en como tanta gente puede ser impuntual en un día como ese. Tocan las 10.00h y seguimos los mismos cuatro esperando. Pasan los minutos. 10.05h, 10.10h, 10.15h... Nada. Me acerco a la curiosa pareja y les pregunto si están esperando para hacer clase de Algorísimica. Efectivamente. Empezamos a charlar. Nos presentamos. Ellos también van a hacer la doble titulación. Agustin y Huang, se hacen llamar. Decidimos ir los cuatro a preguntar a secretaría. Nadie nos sabe decir nada. Nos dividimos. Albert y yo emplearemos un algoritmo de fuerza bruta. Como el edificio es pequeño (ironía), no nos costará mucho pasar por todas las aulas, pensamos. Mientras, Huang y Agustín, algo más eficientes, irán a la sala de ordenadores a mirar si nos han enviado algún mensaje informando de la situación. Ya visitando clases del segundo piso (somos rápidos), Huang nos comunica lo que ya suponíamos. No había clase. Antes de una clase de prácticas, es necesario una teórica. Tiene su lógica. Entre risas, nos volvemos los cuatro para casa en lo que se convertía en mi primer día en la universidad...

Así empezó para mi este curso 2010-2011. Hace poco mas de una semana, más de 9 meses después de ese primer día, salía del edificio antiguo de la Plaza Universidad dejando atrás un curso duro, académicamente y personalmente. Y salí feliz. Una gran parte de esa felicidad era por un motivo obvio: fin de exámenes e inicio del verano. Pero otra gran parte de esa felicidad era porque a pesar de todo, he disfrutado de este año. He disfrutado de estar rodeado de grandes personas. De personas inteligentes -algunas probablemente demasiado-, con las que se puede hablar y, sobre todo, aprender. Mucho, además. Y no sólo académicamente.

Recuerdo esa primera clase de Matrices, capitaneada por un Dionís espléndido, de la cual salí aterrorizado y con importantes ganas de acabar con mi vida. Recuerdo esa primera cena grupal, con presentaciones incluidas. Ese día en que descubrimos que la gran diferencia entre el grupo de la mañana y el nuestro era el conocimiento, por parte de algunos afortunados de la tarde, del latín. Recuerdo esos bailoteos enfrente del Snack a ritmo de chachacha. Esas maratones de películas, con IT como principal exponente. Ese martes, día previo al examen de matrices, en el que, cansados de estudiar y sabiendo que las posibilidades de aprobar eran más bien escasas, decidimos irnos a dar una vuelta y sentarnos a un bar a tomarnos algo (luego, en el examen, apareció la Virgen). Recuerdo ese oscuro día en el que, aún siendo las siete de la tarde, agobiados y cansados, quisimos un mojito que, por desgracia, no conseguimos. Esas largas partidas a culo, en las que ciertas personas mostraban su arte por el engaño y otras su arte -no dudéis que lo es- para ser engañadas -por supuesto, me incluyo en este grupo-. Esas numerosas, largas y cuando no jugaba Xavi disputadas partidas a Magic. Esa barbacoa que montamos en casa de nuestro buen amigo Marc, acompañados por un alioli exquisito. Y esa eterna partida a Poker. Iba a decir que recuerdo esas insufribles clases de Aritmética. Pero por suerte, no las recuerdo. En cambio y por desgracia, sí recuerdo las charlas sobre si era factible llegar a la fuente saltando des del ático, cuando se ve de largo que salvo con la ayuda de un viento huracanado, es potencialmente imposible. Y por supuesto, no me olvido del sufrimiento, que también lo ha habido. Recuerdo el maravilloso día de PortAventura y lo mal que lo pasé en la subida de la caída libre. Un día increíble. Como increíbles son nuestras innatas capacidades para NO acertar porras, y remarquemos el 'no'. Recuerdo y siempre recordaré mi decimonoveno cumpleaños, algo que por el momento en que se produjo, resultó realmente importante para mi. Como también recuerdo estos 3 últimos días en casa de nuestra querida senyorita Portell...

Todo esto sólo son algunos momentos de los que hemos vivido. Podría intentar decir todo lo que significáis para mi, pero no tendría sentido. Se que en el fondo todos lo sabéis. Sí diré gracias, una vez más, porque habéis hecho de un año muy difícil un año inolvidable. Inolvidable de verdad.

¡Ah! Aunque hace unos días decidimos instaurar la anarquía en nuestro pequeño clan de la doble titulación por votación asamblearia y real, sabed que seguiré disfrutando cuando alguno de vosotros me llame -se le escape, si queréis- 'líder'.

Ahora, a pasar un buen verano, a ponerse cremita pera el sol y sobre todo, a descansar.

Gracias, amigos.